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Sucesión de victorias invencible

Sucesión de victorias invencible

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Sucesión de victorias invencible -

En este libro repasaremos las que hoy día parecen estar recuperándose del olvido, como Cartagena de Indias, la Contraarmada, Solebay, Tenerife o Creta, junto con otras normalmente desconocidas para el gran público —Veracruz, Atacames, Cádiz, los Cuatro Días, el Raid del Medway, Santo Domingo, Texel, Puerto Rico o Tolón— y algunas más que nunca se trataron como tales pero merecen por méritos propios figurar en la lista, como la Incursión Castellana o Singapur, que cuestionaron definitivamente la supremacía naval inglesa; dejando solo al margen unas pocas Dardanelos, Dakar, Estrecho de Dinamarca ya muy conocidas.

Con ello —y alguna más que le sorprenderá a lo largo de años de Historia— el lector podrá alcanzar una visión de conjunto que permita otro veredicto más ecuánime que el simple mito propiciado por el cine y la literatura modernos.

Este producto ya no está disponible. Disponible el:. no se ponía el sol?. Las cartas quedaban así echadas; Isabel no dudó en dejarse llevar por sus decididos e inescrupulosos hombres de mar, que le prometieron grandes riquezas asaltando los enclaves españoles del otro lado del Atlántico.

Tampoco tuvo empacho en retener y apoderarse de las soldadas de Flandes a refugio en un puerto inglés, obstaculizar la subida al trono de Felipe en Portugal aliándose con Catalina, regente de Francia, en , ni en desatar una «guerra de baja intensidad» en los Países Bajos contra el imperio español, apoyando a los protestantes.

Las máximas provocaciones llegaron con el saqueo de las costas portuguesas por Drake y Frobisher en , el envío del ejército expedicionario de Leicester del lado protestante a los Países Bajos el mismo año y, por último, la ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo, en exigiendo el propio Papa respuesta inmediata de Felipe y el ataque de Drake al puerto de Cádiz.

El rey de España comprendió que tenía que parar los pies definitivamente a la reina inglesa poniéndola ante la invasión de su propio reino y su destitución del trono, lo que se llevaría a cabo enviando una gran flota desde Lisboa, y un ejército desde los puertos de Flandes: el episodio de la Armada Invencible había comenzado.

La Armada zarpó de Lisboa, recaló en la Coruña a causa de un temporal y, rehecha, en una semana alcanzó la costa meridional inglesa que recorría librando diversos combates Plymouth, Portland Bill, isla de Wight hasta pasar el estrecho de Dover y fondear en Calais, donde libró la batalla de Gravelinas; la imposible coordinación con el ejército de Farnesio y el acoso británico la obligaba después, condicionada por los temporales, a emprender la circunnavegación de las islas británicas, aventura en la que se perdieron muchas naves.

Sólo la mitad regresaron a España, dando lugar a que Inglaterra recuperara la iniciativa con el episodio de la Contraarmada. Esta web utiliza cookies propias y de terceros que permiten al usuario la navegación a través de una página web técnicas , para el seguimiento y análisis estadístico del comportamiento de los usuarios analíticas , que permiten la gestión de los espacios publicitarios que, en su caso, el editor haya incluido en una página publicitarias y cookies que almacenan información del comportamiento de los usuarios obtenida a través de la observación continuada de sus hábitos de navegación.

Si acepta este aviso consideraremos que acepta su uso. Sin embargo, la flota inglesa fondeada en Plymouth no tenía posibilidades de zarpar, ya que ni el tiempo ni la mar se lo permitían en ese momento.

Con la brisa en contra y la subida de la marea, la flota inglesa se encontraba atrapada en el puerto. Además, en esos mismos instantes la Armada española navegaba viento a favor, a barlovento. El almirante Juan Martínez de Recalde , segundo comandante de la Armada, reparó en que la flota inglesa se encontraba atrapada en su propio puerto sin posibilidades de zarpar y avisó al duque de Medina Sidonia para que realizara un ataque a gran escala al puerto de Plymouth.

Esto pudo interpretarse como que siempre actuó eligiendo la mejor y más coherente de las opciones para la flota. Así, en definitiva, no parece haber constancia de la advertencia del segundo sobre atacar a la flota inglesa en puerto y las afirmaciones, quizás exageradamente humildes dado su carácter modesto y obediente, de Alonso Pérez de Guzmán sobre sí mismo pudieron contribuir a esta idea de incompetencia sobre su liderazgo de la flota en materia militar.

Los ingleses lograron sacar 70 naves del puerto de Plymouth ayudados con botes de remos y, amparados por la oscuridad, la noche del 30 de julio rodearon a la armada española, gozando de la ventaja de situarse a barlovento.

El 31 de julio, la flota inglesa comenzó a avasallar tímidamente a la Armada Grande y, al margen de los primeros contactos y estimación del poderío adversario, se realizaron por la parte inglesa los primeros ataques con tímidos cañoneos a larga distancia. En primer lugar, los ingleses atacaron a uno de los buques de los extremos como blanco de un cañoneo desde la lejanía, el San Juan de Portugal , buque insignia del almirante Juan Martínez de Recalde, que recibirá más de cañonazos.

En una de estas refriegas ocurrieron dos accidentes no tan importantes para la «Grande» como el botín conseguido por los ingleses: se perdieron dos galeones españoles, el San Salvador , navío insignia de Pedro de Valdés al mando de la flota andaluza 11 navíos , y el Nuestra Señora del Rosario.

En el primero parece ser que explotó la santabárbara del buque, el pánico y desconcierto del personal a bordo hicieron que este se entregara y quedara a merced de Drake.

El otro galeón, el Nuestra Señora del Rosario , en una maniobra de abordaje sobre un navío inglés, chocó con otro barco español, quedando inutilizado su palo mayor y, por lo tanto, sin posibilidad de hacer frente a ningún ataque. Corrió la misma suerte que el San Salvador , que quedó a merced de los ingleses junto con su tripulación y acabaron en los puertos de Weymouth y Dartmouth , respectivamente.

La pérdida de dos navíos importantes como los mencionados, así como las pequeñas refriegas, no fueron tan graves para los españoles como el botín conseguido por los ingleses, ya que, al menos uno de ellos, iba repleto de víveres, munición aunque poco quedaría del San Salvador y demás material para el aprovisionamiento de la «Grande».

Dadas las circunstancias posteriores y las dificultades de la Armada para fondear en Flandes, ambos navíos quizás hubieran sido de una importancia cualitativa.

Aun así, parece evidente que dos galeones de los navíos españoles no eran, en aquel momento, una gran pérdida cuantitativa. Sin embargo, cuando los problemas empezaron a superar a la «Felicísima», cualquier navío, por poco importante que pareciera, se convirtió en vital para su objetivo.

El duque de Medina Sidonia cuenta con un constante avance de su flota y escribe casi diariamente al duque de Parma, mandando mensajeros a los Países Bajos, para tener noticias de las tropas de Flandes, pero este no le ha respondido ni una vez. Medina Sidonia convoca un Consejo de Guerra que recomienda fondear la Armada en el puerto de la isla de Wight hasta que se reciba una respuesta del duque de Parma que indique que los Tercios de Flandes están listos para zarpar y dirigirse al encuentro de la Armada.

El 4 de agosto, el duque de Medina Sidonia ordena poner rumbo al puerto, pero el escuadrón costero comandado por Martin Frobisher les presenta combate y los conducen a unos bajíos peligrosos cerca de la costa.

En ese momento Drake, Charles Howard y John Hawkins conducen sus escuadrones hasta situarse en medio de la armada, donde se libra una batalla de varias horas y la Armada abandona la isla de Wight, dirigiéndose al paso de Calais , a la altura de las Gravelinas , confiando en que el duque de Parma esté listo para el encuentro.

Al día siguiente, el duque de Medina Sidonia recibió al fin una carta del duque de Parma donde le avisaba de que aún no había embarcado a los soldados.

Medina Sidonia ancló su armada en el entorno del puerto de Calais y allí aguardó la llegada de las tropas del duque de Parma a bordo de sus gabarras. Dado que la flota inglesa se mantenía a barlovento, el duque de Medina Sidonia interpone zabras y pinazas que actuarían contra la llegada de posibles brulotes o algún otro ataque nocturno en naves menores.

Tal y como estaba previsto Hawkins atacó durante la noche lanzando ocho brulotes , dos de los cuales fueron contenidos por la defensa. Otros cuatro obligaron a algunos barcos a desanclar para dejarles pasar, con la intención de volver a fondear en el mismo lugar una vez pasado el peligro.

Las corrientes y el viento, sin embargo, alejaron del puerto a un grupo de 40 barcos que se ven incapaces de regresar. A la mañana siguiente, Medina Sidonia, con objeto de proteger a esos navíos y mantener la defensa compacta se reagrupa junto a ellos.

En alta mar se produce un nuevo enfrentamiento. Los ingleses en ese momento están en superioridad: se mantienen a barlovento y además pueden recibir vituallas y munición desde sus puertos.

La armada española, aunque estaba preparada para una campaña más larga fuera de sus bases, tiene que racionar la munición.

Ante los mudos cañones de algunos barcos españoles, los ingleses pueden atacar desde tan cerca que incluso se intercambian insultos. Por ejemplo el galeón San Martín l buque insignia de Medina Sidonia, llega a encajar hasta impactos directos.

Retirada la flota inglesa, ante la delicada situación de los españoles y antes de que se produjeran mayores pérdidas, algunos capitanes rechazan la orden de reagrupamiento obligando al Duque de Medina Sidonia a imponer la disciplina con mano de hierro mandando ahorcar a uno de los capitanes.

Sin embargo, la argumentación del segundo comandante, Juan Martínez de Recalde , que también se negó a reagruparse, obliga al duque a reconocer su fracaso, antes de que llegue a consumarse la derrota con la pérdida total de la flota.

A estos hechos siguieron las grandes dificultades de la Gran Armada para recalar en los puertos flamencos y un empeoramiento repentino de las condiciones meteorológicas en la zona, lo que llevó a la flota inglesa a recalar en sus puertos esperando que mejorara el tiempo.

La flota española en el mar del Norte , por causa de los vientos, tuvo que rodear las islas británicas por Escocia y descender luego bordeando Irlanda para dirigirse a los puertos españoles, con los subsiguientes desastres y hundimientos en las abruptas y tormentosas costas británicas , que causaron un gran número de bajas entre los españoles.

Se cuenta que a la vuelta de la Armada a España, Felipe II dijo: «Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos». En los arqueólogos descubrieron el primer pecio de los ocho hallados frente a la costa irlandesa, el del Santa María de la Rosa.

Este barco naufragado carecía de artillería pero poseía una gran pila de proyectiles. Algunas teorías dicen que la armada fue derrotada porque se le acabó la munición. Colin Martin descubriría en otros pecios cañones intactos.

Al haber mezcolanza de cañones cada uno tiene calibres distintos, por lo que los españoles tuvieron problemas para distribuir la munición adecuada en los barcos correspondientes.

Además, se descubrió que muchos de los cañones iban montados sobre enormes cureñas de dos ruedas, lo que era poco manejable. Otra tergiversación [ cita requerida ] bastante común relativa a este episodio histórico es la idea de que la flota inglesa era muy inferior en número de barcos y de cañones a la española y que, a pesar de ello, los ingleses consiguieron con su pericia y astucia derrotar a la flota española.

De hecho, la flota movilizada por la Royal Navy constaba de barcos, aunque de esos barcos eran mercantes. Entonces la flota inglesa solamente consistía en 63 barcos armados, De los que componían la Grande y Felicísima Armada 20 eran la Escolta Armada y eran Transportes.

En cuanto al número de cañones, la flota española contaba con cañones, mientras que la flota inglesa tenía aproximadamente cañones individualmente, los barcos españoles eran más homogéneos y estaban más artillados que los ingleses.

Siguiendo con otra de las tergiversaciones [ cita requerida ] más extendidas, hoy día es bien conocido el hecho de que los ingleses sufrieron menos bajas que los españoles en la batalla de las Gravelinas, y que los españoles, a su vez, sufrieron cerca de 10 bajas debido a un feroz temporal que los sorprendió bordeando la costa occidental irlandesa.

Un hecho muy importante, y que al mismo tiempo es poco conocido, es que los marinos ingleses fueron a su vez diezmados por causas ajenas al combate, ya que unos marineros ingleses fueron víctimas de sendas epidemias de tifus y disentería que estallaron a bordo de los barcos ingleses inmediatamente después del enfrentamiento con la flota española.

Además, el ambiente en Inglaterra tras la batalla distó mucho de ser la algarabía de fervor patriótico y festejos por el fracaso de la invasión española que la mitología popular pretende.

El historiador británico Fuller se refiere a ello del siguiente modo:. La más incomprensible de las tergiversaciones, [ cita requerida ] que implican el desastre de la Grande y Felicísima Armada de , es que este episodio con frecuencia es referido por historiadores anglosajones [ cita requerida ] como un brillante ejemplo de la gran tradición defensiva inglesa que ha impedido, desde la invasión normanda del siglo XI , el desembarco en suelo inglés de cualquier fuerza hostil por poderosa que fuera.

Ya durante la guerra de los Cien Años , el almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar asoló las costas inglesas durante seis años entre y , saqueando múltiples localidades como Southampton , Plymouth , Portsmouth , Dartmouth o Poole , entre otras, y llegando a incendiar, tras remontar el Támesis , la localidad de Gravesend , a la vista de Londres.

Años después, y durante el mismo conflicto, el corsario español Pero Niño volvió a atacar en la península de Cornualles , asolando la isla de Pórtland y saqueando Poole. Obviando los fugaces desembarcos que marinos españoles llevaron a cabo en las costas inglesas por motivos de aprovisionamiento de urgencia, en julio de se produjo la batalla de Cornualles.

Una flota compuesta por cuatro galeras españolas al mando de Carlos de Amésquita , que patrullaba en aguas inglesas, desembarcó unos soldados de los tercios en la bahía de Mount , en la península de Cornualles, al suroeste de Inglaterra para aprovisionarse. Dos años después del ataque de Amésquita , en , Felipe II volvió a enviar una nueva flota de invasión contra Inglaterra , más poderosa que su precursora de Tras avanzar hacia las costas inglesas sin encontrar oposición, un fuerte temporal dispersó la flota, si bien en esta ocasión no se produjeron los catastróficos resultados de Aun así, siete barcos llegaron a tierra en las proximidades de Falmouth , desembarcando a soldados de élite que se atrincheraron esperando refuerzos para marchar hacia Londres.

Tras dos días de espera, en los que las milicias inglesas no se atrevieron a hostigarlos, recibieron la orden de embarcar, pues la flota se había dispersado irremediablemente, y regresaron a España.

Los soldados españoles se alimentaban con patatas , un tubérculo muy nutritivo que habían traído los viajeros españoles de América. Una leyenda irlandesa cuenta que los naufragios de estos galeones españoles en Irlanda llevaron a las costas las patatas, que fueron recogidas por los campesinos.

Los irlandeses comenzaron a cultivar las patatas y vieron que crecían bien en su suelo rocoso y que eran muy nutritivas, por lo que convirtieron el país en un monocultivo de esa patata. Contenidos mover a la barra lateral ocultar.

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Author: Kisida

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